La música nos gusta por diversas razones, pero sobre todo porque inspira
emociones, desde la oleada de placer abstracto que nos pone la carne de gallina
sin saber por qué, hasta la nostalgia del recuerdo que nos evoca. Tanto
significado emocional le damos a la música que es fácil ponerse sentimental y no
apreciar el enigma que entraña. Charles Darwin lo expresó por primera vez en 1871, en su tratado sobre el origen
de los humanos: "Puesto que ni la capacidad de disfrutar ni la de producir notas
musicales tienen la menor utilidad para el hombre en sus hábitos cotidianos, hay
que clasificarlas entre las facultades más misteriosas de las que está dotado".